jueves, 18 de febrero de 2010

Recuerdos y fotos de mi ciudad natal




Recuerdos de mi ciudad natal

Una casa adosada a la muralla del Marrubial, reconstruida por Claudio Marcelo, quizás del período Tartésico o Turdetano y reforzada por los Emires del siglo X, muy cerca de la puerta que daba entrada a los viajeros y mercancías que transitaban por la vía Augusta Emérita-Corduba, fue la que me vio nacer.
Murallas, torres, puertas, defensas, marcan sin duda, la historia de esta ciudad, y marcan mis recuerdos claros, como el cielo de mayo, preludio estival, que hace que sus habitantes se refugien en sus sombras.
Toda mi infancia transcurre en el corazón del arrabal de Saqunda, conocido popularmente como Campo de la Verdad, este nombre se debe, según leyendas y rumores, a una serie de enfrentamientos y revueltas entre la que destaca la conocida por La Revuelta del Arrabal (818) durante el mandato del emir al-Hakam I.
A través de la Calahorra, torre militar musulmana edificada sobre una puerta romana al extremo sur del puente, también romano, recorro dicho puente, cuya construcción se atribuye a Augusto, en su centro se yergue como guardián y custodio el arcángel San Rafael. Entro en la “Medina” a través de la Puerta del Puente o Arco del Triunfo, de estilo renacentista de 1570, construido por Hernán Ruiz para conmemorar la visita de Felipe II. Antes fue una puerta, posiblemente con torre albarrana para defensa de este costado sur, uno de los más importantes de la ciudad. Muy cerca de este arco, a unos cincuenta metros a la derecha aguas abajo, se encuentra el Molino de la Albolafia con su majestuosa noria, emblema de la ciudad de Córdoba. Esta noria se encargaba de suministrar agua permanentemente a los palacios cercanos. Cuenta la leyenda, que durante la estancia de los Reyes Católicos en Córdoba en 1492, cuando se disponían a tomar Granada, los aposentos de la reina Isabel en el Alcázar estaban orientados hacia el río y en el silencio de la noche, el ruido constante del movimiento de la noria y el desagüe de los cangilones, no dejaban conciliar el sueño de la reina, por lo que ésta ordenó desmontarla.

Ya dentro de la ciudad, redescubro sus calles estrechas con fachadas de palacios y conventos, y sus patios que exhalan una frescura de pozo bajo el agobio del calor del mediodía. Plazas pequeñas de suelos empedrados y paredes encaladas de blanco inmaculado, salpicadas de tiestos con geranios, gitanillas y claveles. Calles estrechas de trazado curvo como un laberinto, con aceras de piedras de granito desgastadas, tabernas umbrías, con aliento a sótano y a madera empapada de vino, pequeños jardines donde se escucha el chorro del agua de las fuentes milenarias, y por las noches todo el aire está impregnado de jazmines, galanes, romeros y albahaca.

Llego al Patio de los Naranjos, aislado de la ciudad tras los muros y simétricamente ornamentado con sus fuentes para las abluciones y sus rumorosos árboles, mi patio de juegos infantiles, donde en mis primeros escarceos amorosos insistía para que mi “princesa” de turno bebiera del chorro del olivo y de esta manera simbólica nuestras vidas se unirían para siempre, paradójicamente no se cumplió esa leyenda.
Una de mis obsesiones, manías o quizás para mí un dogma, es contemplar mi ciudad, siempre que la visito, desde la cima barroca del campanario de la Catedral, construida en el siglo XVI, cuya fábrica dejó en su interior el antiguo alminar de la mezquita levantado por Abderramán III, sustituyendo el de Hisham I, en el 931. Desde allí me introduzco en sus jardines escondidos, distingo la monotonía ocre de los tejados entre los que se abre un rectángulo de un patio con macetas y sillas de aneas. La mirada sobre el puente me conduce inevitablemente hacia los mejores recuerdos de mi infancia, veo la iglesia de San José, el colegio “Fray Albino”, la fábrica de ladrillos, donde los domingos de invierno, el obispo mandaba cocinar y distribuir entre los vecinos, pucheros de cocido; “veo a mis seres más queridos”…Un golpe de aire fresco me obliga a mirar sobre la Sierra cordobesa.
Pocas ciudades tienen el privilegio de estar asistidas por este paraíso natural. Todas las civilizaciones y actualmente con más motivo, deben a esta sierra una parte importante de su existencia. Fuente de recursos naturales: minería, materia forestal, agricultura, horticultura, apicultura, ganadería, caza, etc., recursos culturales y religiosos: arquitectura, conventos, ermitas, colegios. Todo ello está claramente magnificado en la obra singular de Abderramám III, Medina Azahara, edificada en las estribaciones de esta parte de Sierra Morena y donde desarrolló todo su esplendor en la mitad del siglo X.
Contemplo y casi toco los jardines del Alcázar de los Reyes Cristianos, donde una mujer rubia refresca sus pies y su cuello del ya caluroso mes de mayo. Me imagino a la favorita de al-Hakem II, y amante de Amir su secretario, luego sería el gran Almanzor, recluida en el palacio que hubo en este lugar.
Distingo claramente la plaza de la Corredera, tanta veces pateada junto a mi madre para comprar las viandas necesarias a mejor precio, recuerdo los soportales y zaguanes de casas de renta antigua en las que se abrían temibles pensiones y tabernas para bebedores terminales, para borrachos mendigos, actualmente es una hermosa plaza restaurada que invita a rememorar el pasado.
Como dice Antonio Muñoz Molina en su obra Córdoba de los Omeyas: “Al cabo de tantos siglos Córdoba mantiene la definitiva gallardía sin énfasis de una columna sola y vertical sobre la tierra estéril. El tiempo la gasta, pero no la derriba; ella misma está hecha de la sustancia del tiempo y de la materia de los sueños: alma de tiempo, espada del olvido, escribió don Luís de Góngora”.
Al final me introduzco en la Gran Mezquita, bajo la selva aritmética de las columnas, la sucesión regular de arcos superpuestos, inspirados en los acueductos romanos y en los arcos de herradura visigóticos, con sus floraciones blancas y rojas y las mukarnas como estalactitas desafiantes a la gravedad me conducen al fondo, junto a los arcos de oro y la magnífica cúpula del mihrab, me imagino al emir de los creyente asistiendo a la oración desde su mimbar de madera tallada. Compruebo incrédulo, como siempre hago, que ninguna columna es exactamente igual a otra, sus tonalidades cambian del gris al violeta, al azul oscuro, a un granate apagado y me viene a la memoria la leyenda del buey, reventado como consecuencia de haber cargado muchas de las columnas de esta Mezquita, que fueron reutilizadas y transportadas desde su origen, algunas desde “Emérita Augusta” capital de la Lusitania. Una escultura magnífica, lo representa en la base del púlpito izquierdo del altar mayor de la actual Iglesia Catedral católica, en la nave central.

Siempre termino el paseo por el “Barrio de la Judería”, sus calles estrechas que se ramifican como venas cada vez más delgadas y en las que se abren callejones ciegos y oscuros, casas de vecinos con verjas o puertas que solo se cierran por la noche, invitan al pasajero a distraer su mirada en la sencillez de sus patios atestados de macetas y escuchar el murmullo del agua de una fuente cercana. Por este brillante reducto intelectual, pasean, como testigos mudos, poetas, teólogos, hombres de ciencia, médicos, científicos, etc., entre los que recuerdo a Ibn Hazm con su Collar de la Paloma, Averroes dialogando en el Zoco, Maimónides aconsejando en la Sinagoga en convivencia con hermanos de otras religiones, árabes, beréberes, sirios, eslavos, judíos o cristianos.

“Mientras el río corra, los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas debe durar la memoria del beneficio recibido”………….(Virgilio).

José Mellado Ateca

2 comentarios:

Elena dijo...

"Soy cordobés
de la tierra de Julio Romero
pintor de la musa gitana
Córoba sultana
¡Cuánto te quiero!
Soy cordobés
y a la orilla del Guadalquivir
tengo que poner un letrero
diciendo "Me muero
Córdoba por ti"

Algo ha quedado en la memoria de esos viajes en Sinca 1200, Ford Orion y Ford Escorpio...

Ese fin de semana guiado toda la familia hay que irlo preparando eh? Que yo también echo de menos los viajes a nuestra ciudad natal.
Un besito papi!
También es mi ciudad natal, papi

pepemellado dijo...

Sin duda...La mayor ilusión de mi vida en estos momentos día 5 de Abril de 2013, es pasear por Córdoba con "TODOS" mis HIJOS.